En un mundo que nos empuja a acumular respuestas, cosas y certezas, encuentro revolucionario elegir una espiritualidad que no se acumula en estanterías ni se reduce a frases motivadoras firmadas supuestamente por alguna celebridad .
Una espiritualidad que no nos auto explota, juzga ni conquista territorios ajenos. Una que nos ayuda a crecer de verdad.
Y hablo desde un lugar incómodo y que me es muy familiar porque mi pelotón de planetas en Virgo me entrenó a diseccionar el universo en manuales de instrucciones y a perderme en tecnicismos. Durante años, he creído que la trascendencia podría reducirse casi a un algoritmo, y si dominaba los detalles (hasta el más mínimo), evitaría el caos. Ay... ilusa de mí... Hasta que la vida te va dando zascas, uno detrás de otro, para que sueltes el control y la rigidez.
La ceremonia del momento
La espiritualidad empieza donde acaba el ruido de los pensamientos, en la pausa entre dos respiraciones, en esa taza de café que te calienta las manos en invierno, en esa sesión de baile, en ese encuentro con el cuerpo...
Te propongo dedicar 5 minutos al día a no hacer. Siéntate en un rincón y sé solo quien observa que la vida sigue latiendo sin que tú intervengas. El milagro ya está aquí.
Las manos vacías
Servir sin calcular, escuchar sin corregir (y esto a mí me cuesta la vida). Dar sin dejar grabado tu nombre en la ofrenda. La compasión es borrar las fronteras entre "yo" y "ellos".
Ayuda a alguien en privado. Un plato de comida, una palabra, un silencio que acompañe y que ni siquiera tu ego se entere.
Menos mapas, más brújulas
Desnudarse de lo innecesario: de las opiniones de los demás, de muebles que no abrazan, de teorías que no caben en el pecho. La libertad está en soltar.
Y si regalas algo que creías imprescindible para tí?
Bailar con la sombra
La luz espiritual no huye de la oscuridad, aprende a bailar con ella. Tus heridas, tus miedos, tus preguntas sin respuesta… son el barro que da forma a tu templo.
Antes de dormir, puedes escribir una carta a tu yo más vulnerable y frágil. Díselo todo, excepto "deberías ser fuerte".
Si tu Virgo interior como a mí te exige corrección ortográfica, dile "cariño, hoy no".
Y ojo, esto no es tirarte al caos autodestructivo porque incluso la rabia, la tristeza o la duda son un combustible para tirar hacia adelante. Lo tóxico no es sentirse baja, lo realmente tóxico es creer que deberías ser una lámpara de sal del Himalaya las 24 horas, los 7 días de la semana. La plenitud incluye el fango.
Confía en el vuelo
La fe no es una creencia estática, a veces hay que dejarse llevar por el viento. Las semillas de Diente de León no eligen dónde caer pero confían en que la tierra las va a reconocer.
A veces, al despertar, me viene bien recordarme que ese preciso día, no lucharé contra lo que soy ni contra lo que la vida me traiga. Y respirar.
Con esto no te digo que te tires en el sofá a esperar que el universo te sirva la vida en bandeja. Somos jardineros, regamos, podamos y luego aceptamos que la flor abre cuando quiere. Hacerse cargo es elegir las semillas con conciencia, incluso sabiendo que no podemos controlar la cosecha.
Espiritualidad sin templos de mármol, sin escaparates, sin room tours... espiritualidad con una taza agrietada, una risa en la cocina, un llanto que no se esconde, un baile a solas en tu salón. No renuncies a nada de ti, excepto a la ilusión de control.
Y sé que como a mí, para algunos soltar el control duele como arrancarse una costra. Pero ahí está la belleza: cuando dejas de forzar tanto los detalles, te das cuenta de que el universo, quizá, ya tenía un boceto hecho. Y es más salvaje y más vivo que cualquier plan.
Mirar de frente lo que sembramos, las palabras que soltamos, las heridas que ignoramos, los privilegios que no nos cuestionamos. No evadir responsabilidades con el mantra del dejar fluir. Responder con los pies en el barro a las consecuencias de estar vivos.
A lo mejor, crecer, no es escalar montañas sino aprender a habitar en el valle.
Si tienes ese arquetipo Virgo como yo, cuéntame cómo negocias con ese controlador interno... o cómo te rebelas contra los gurús del buenrollismo y de la luz.
Y por si alguien lo duda... vibrar alto no es un examen que debas aprobar. La elevación es abrazar y aceptar esa paradoja: ser torrente y calma, ser luz, grieta y oscuridad también.
Aligeramos equipaje?
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